Lo que pudo ser y no fue
- Fuball
- 28 oct 2019
- 3 Min. de lectura
Soñamos siempre. Sueños ligeros, sueños profundos, sueños que se cumplen, sueños que no llegan, el sueño inalcanzable... La vida empieza cuando empezamos a recordar nuestros sueños, cuando empezamos a archivar lo que vamos proyectando en nuestra mente, cuando comenzamos a querer ser algo o alguien. Piensa, concéntrate, organiza la buhardilla que tienes ahí arriba y busca tu sueño más ansiado, lo que siempre quisiste. Hay dos opciones: que lo hayas logrado, o que por lo contrario, no. Da igual, sigue soñando.
Una frase recurrente en muchas casas españolas era la de "mamá quiero ser futbolista". Todos hemos conocido a alguien que haya recitado esta tan repetida frase llena de ilusión, o incluso nosotros mismos hemos sido los protagonistas de ésta expresión. Equipos de barrio que cada fin de semana se reunían en torno a un balón. Partidos en los que cada uno de nosotros soñábamos con ser nuestros ídolos, intentando sus regates, sus formas, sus quejas, incluso perfeccionando las celebraciones de gol. Los que hemos intentado ser y no fuimos, quizás quisimos menos que muchos, no quisimos lo suficiente, o simplemente no teníamos las cualidades. Aquí es donde entra la tan escuchada frase "yo estaba jugando en tercera y me lesioné la rodilla". En nuestro interior, esa frase nos suena a alivio, nos autocompadecemos, nos amagamos en algo ajeno a nosotros para así poder creer que hicimos todo lo que pudimos para poder llegar donde queríamos, pero no pudimos.
Vamos creciendo y ese camino cada vez se hace más cuesta arriba. Donde antes metías seis goles, ahora te esfuerzas al máximo y metes dos, y así con todo. Cada esfuerzo cuesta el doble, cada partido te cuesta más, hasta que llega un punto que ya no juegas igual. Las piernas no hacen lo que les mandas, ese último regate no sale y para más inri esa perdida causa el gol en contra de tu equipo. Las cosas no salen. Te sientes presionado y no sabes cómo salir de este círculo que cada vez se hace más grande. Cada vez pides menos el balón, tus compañeros ya no te buscan, buscas excusas para no jugar, el banquillo te reserva el mejor de los sitios. Te esfumas en el campo, ya no eres. Pero tú sabes que tienes algo especial, tú sabes que tienes la capacidad para hacer ese último pase, que tienes la visión de juego necesaria para saber qué control hacer en cada momento, tú sabes que pedes controlar los tiempos a tu antojo, pero no lo reproduces en el campo.
Tras temporadas levantándote cada fin de semana para jugar, ilusionado, con ganas de ver a tus compañeros y divertirte, las ilusiones se van diluyendo. La presión cada vez es más grande, solo sirve ganar y un mal resultado te pone en evidencia, ya no te diviertes en el campo de juego. Un jugador profesional dijo hace no mucho que "los jugadores profesionales no nos divertimos jugando, es una gran responsabilidad estar tácticamente concentrado, es nuestro trabajo". Ahí es donde yo creo que hemos fallado como sociedad. Si todos queremos ser futbolistas porque nos apasiona jugar al fútbol pero cuando estás allí no lo disfrutas, ¿entonces de qué ha valido todo el esfuerzo? Supongo que todavía quedarán jugadores que se sientan libres en el verde, que sean capaces de jugar con libertad, sin estar atados a las variantes tácticas ni a las jugadas de pizarra. Hemos ganado tácticamente, pero la pérdida técnica es tan grande que parece casi irreparable. Anteponemos el pase de seguridad a la gambeta, y eso no fue lo que nos llevó a jugar al fútbol.
Al final, tras muchos años priorizando el fútbol, decides dejarlo. Simplemente lo dejas. Quizás durante tu último partido no eras consciente de eso, de que era la última vez que ibas a tener una idea táctica que llevar a cabo. Tiempo después lo echas de menos. Vienen los partidos entre amigos, los partidos con compañeros de trabajo, los partidos con compañeros de universidad, los partidos con desconocidos. Pero no es igual. El físico no te responde como antes, la técnica se ha vuelto más tosca, y tus compañeros no saben entender el fútbol de la manera en que tú estás acostumbrado. Todos hemos jugado contra alguien que se destaca por su técnica o habilidad, y te preguntas porqué esa persona no ha llegado a lo más alto, o simplemente qué hace esa persona jugando a este nivel.
Al fin y al cabo, todos somos presos de nuestros sueños, para bien y para mal, seguimos. Pero sabemos reciclarnos, cambiar para seguir avanzando, sin que nada nos pueda parar, para que nuestro camino tan empedrado pueda dejarnos libertad para seguir caminando echando la vista atrás.
Comments